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En caso de un grave accidente, el vehículo puede ser declarado como siniestro total, normalmente por dos causas o porque el importe de la reparación sea muy elevado o porqué técnicamente sea imposible llevar a cabo una reparación adecuada con las debidas garantías de seguridad. Normalmente se considera que existe siniestro total cuando los daños superan el 75% del valor garantizado del vehículo asegurado en el momento de producirse el siniestro

En este momento, es cuando nos encontramos con lo que se denomina calcular el valor venal del vehículo, es decir, que valor tiene el vehículo en el momento anterior a ocurrir el siniestro, si bien la definición es más o menos clara,  la  realidad  es  diferente,  pues  las  compañías  aseguradoras  lo aplican  de  muy  diferentes  maneras,  basándose  en dos conceptos diferentes, valor de afección y  valor de restitución:

– Valor de afección: es un porcentaje determinado, establecido caso a caso, que  se  aplica  sobre  el  valor  venal  del  vehículo con el fin de obtener el valor  de uso  del  vehículo  dañado.

– Valor de restitución o de mercado: es el que ha de pagar un usuario si desea  adquirir  un  vehículo de  las  mismas o  muy  similares  características.

La diferencia  de  tomar  un  valor  u  otro,  estriba  en  un  20%  de  diferencia. No obstante, se tiene en cuenta unas tablas dadas por el Ministerio de Hacienda  de  precios  medios de venta de turismos usados, teniendo en cuenta  la  fecha  de  primera  matriculación,  dado  que  se compone en función de  los años que  tiene  el  vehículo.

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Una vez que la compañía aseguradora nos da la propuesta del valor que se nos aplica, si no estamos de acuerdo deberíamos pedir una peritación independiente,  cuyo  coste  es  sobre  unos 100 euros,  si  bien  si  se  dispone del  seguro  de  defensa  jurídica,  este  cubre,  entre  otros  puntos,  los  gastos de  peritaje.

El  mayor  problema  se  plantea  en  el  caso  de  que  el  siniestrado  no  sea el  culpable  del  accidente  ocurrido,  siendo  en  este caso el más perjudicado,  que  sin  tener  la  culpa  se  queda  sin  el  vehículo.  Por  ello,  en  este  caso,   lo   justo   es   que   las  compañías  aseguradoras,  y  según  lo establecido en el artículo 1902, del Código Civil, deben proceder  al  resarcimiento   en  su  totalidad  y  así  según  la  DGSFP  (Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones) establece  que  la indemnización   que  reciba  el  tercero  debe  “comprender  la  reparación del  vehículo  siniestrado  o,  en  su  caso,  la  indemnización  suficiente  para  adquirir  un  vehículo  de   las  mismas  características   y   además  la  indemnización  de   los  perjuicios  derivados  de  la  imposibilidad  de  utilizar  el  vehículo  hasta  el  abono  de  la  indemnización”.

Otro  concepto  que  hay  que  tener  en  cuenta,  a  la  hora  de  fijar  el  valor,  es  el  uso  del   vehículo,   debiendo  valorarse   dicho  uso,  pues  puede  darse  el  caso  que  el  uso del  vehículo  para  el  perjudicado  sea  muy  superior   al  valor  de  mercado,   pues   no  es  lo  mismo  quién  utiliza  el vehículo  por  placer,  que  por  necesidad,  luego   estas  necesidades  deben  ser   igualmente  tenidas   en  cuenta  en  cada  caso  particular,  dado que  sino  se  produciría  un  enriquecimiento  injusto.

Finalmente,  se  puede  plantear  el  caso  que  se  diga  de  reparar  el vehículo,  pero  no  interese  al particular, en este caso la compañía  aseguradora  puede  entregar  el  importe  por   el  valor  de  la  reparación,  aunque  hay  que  tener  en  cuenta  que  el  I.VA.  irá  por cuenta  del   particular,  si   éste  finalmente  decide  repararlo.

Bufete de Miguel y Soria: Conózcanos. Despacho de expertos modificación medidas en Almería.

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